lunes, 10 de junio de 2013

Capítulo V - Doña Modorra sabe Muchas Cosas



DOÑA MODORRA SABE MUCHAS COAS
Salieron de madrugada, cruzaron los primeros matorrales y el bosque de bambúes, y poco después caminaban con gran dificultades por la selva enmarañada.
El Tití iba saltando muy feliz de rama en rama. Sólo de vez en cuando la imagen de don Torcuato le erizaba los pelos.
-¡Uh, uuuuuu!, ¡Oh, oooo!
El ruido lo paralizó de golpe. Un vendaval furioso avanzaba por el bosque, aventándolo todo a su paso. El mono saltó como un resorte sobre la cabeza de Cocorí justo en el instante en que el Tapir enorme pasó como un caballo al galope.
No se había repuesto aún del susto cuando:
-Ra-cuaaaaaá, racuaaaaaá - estalló la carcajada estridente de una cacatúa, y otra vez el Tití tuvo que huir a refugiarte en lo alto de una palmera.
Doña Modorra, para disimular su cansancio, propuso:
-Celebremos una conferencia - y tosió con aire de importancia. Pero Cocorí, que ardía en impaciencia, consiguió convencerla de que no era necesario, y prosiguieron hacía los dominios del Caimán.
Conforme se acercaban, doña Modorra comenzó darle consejos:
-Tienes que ser muy educado, Cocorí; ya sabes que don Torcuato es muy quisquilloso. Trata de halagarlo, porque es muy sensible a las adulaciones. Es triste esto - suspiró la Tortuga -,  que recurrir a armas innobles, pero no hay otras.
Era obscuro la selva por donde caminaban nuestros amigos. Sólo unos rayos de sol se filtraban a duras penas y dejaban caer sus monedas de oro en la tierra.
Horas después, al llegar la noche, las sombras se hicieron más densas. A cada paso Cocorí tropezó y caía de bruces en los charcos.
El Tití se sentía enfermo del corazón con tanto sobresalto y doña Modorra era la única que se mantenía imperturbable, venciendo, constante y lenta, los espantos de la selva y de la noche.
Por todas partes brillaban ojos fosforescentes en la espesura.
-Deee-me la maa-no - tartamudeó Cocorí, y tomando la mano de la Tortuga prosiguió adelante.
-Ya es hora de dormir - aconsejó una hora después doña Modorra -. Tití, trae cuatro horquetas, y tú, Cocorí anda a buscar unos bejucos.
Regresaron y con gran pericia se puso a construir una cama. Plantó las cuatro horquetas, atravesó varios palos encima, lo amarró todo con bejucos y lo cubrió con anchas hojas de plátano.
El Tití, dominado por el sueño, la veía hacer sus preparativos en un cono de tierra. No se había fijado en la multitud de puntitos negros que hervían en el montículo.
-¡Ayayayay! - saltó gritando de pronto. Y corrió a sentarse en un charco para calmar el ardor de las hormigas en un charco para calmar el ardor de las hormigas carniceras. pero toda la noche se agitó y se rascó remeciendo el rústico camastro.
Al día siguiente se levantaron con grandes bríos. A lo lejos bramaba el río entre las piedras.
-Ya nos estamos acercando al pocerón del Lagarto - advirtió doña Modorra-
Cocorí comenzó a sentir apetito. En el recuerdo le humeaba el tazón caliente que le llevaba en las mañanas mamá Drusila, y sentía un cosquilleo en la boca del estómago. Divisó un árbol frondoso cargado de frutas jugosas y con el Tití se subieron a las ramas con la ilusión de un banquete.
-¡Cuidado!, ¿a dónde van? - gritó doña Modorra.
-Esas frutas tan lindas. ¿No le dan ganas? preguntó extrañado Cocorí.
-Come de esas otras mejor - le indicó la Tortuga, señalando un árbol retorcido en donde las fruyas se asomaban menos apetitosas.
Cocorí se detuvo dudoso. estaría bromeando doña Modorra?
-¿Cómo, de esas tan feas? Si están todas picoteadas de pájaros.
-Por lo mismo, mocoso imprudente - sonrió la Tortuga -. ¿No comprendes que si los pájaros han respetado ésas tan tentadoras es porque deben ser venenosas.
El mono, uqe ya se había echado una a la boca, la escupió y del puro susto se le pasó el hambre.
Cocorí agradeció una vez más a la sabia Tortuga. ¿Qué habrían hecho sin su valiosas experiencia? Y escogió para ella las frutas mejores y le partió un coco para que calmara la sed.
Siguieron el camino y al atardecer escucharon el río como un trueno de agua. El suelo se había vuelto más fangoso.
-Debemos orientarnos un poco - aconsejó la Tortuga -. Creo que el Tití debe subirse a ese árbol y ver si divisa algo.
El mono trepó en un instante por un enorme guayacán que sobresalían del  resto del bosque como una torre. Arriba tuvo que sujetarse con fuerza, porque el viento lo quería derribar, y, bien prendido de la cola miró: ¡Oh!, la laguna brillaba azul entre los árboles.
-Allí vive don Tor... - Tuvo que tragar saliva al mencionar al Caimán y se deslizó hasta el suelo -. Hi, hi, hi  - indicó con la mano.
Y animados, los tres prosiguieron orillando los dominios del Jaguar.
De pronto vieron al Tití, que iba por las ramas, agazaparse cauteloso y, ¡zuas!, se dejo caer como un disparo sobre otra rama más baja. El desesperado ´piar  de un pajarillo les explicó lo que sucedía, y entre las hojas vieron al mono que comenzaba tranquilamente a arrancarle las plumas.
-Suéltalo - le gritaron.
Se quiso escapar con su presa, pero Cocorí de un salto lo atrapó por la cola.
-Pobrecito, cómo tiembla, - acarició con suavidad al pajarito, le dio agua en la palma de la mano y el plumón comenzó poco a poco a retomar, tembloroso, a la vida.
-Gracias, Cocorí - pió con suavidad.
-¡Cómo!, ¿me conoces?
-En el bosque todo lo sabemos.
-Pero, ¿cómo?
-Los correos de la selva nos contaron que los tres andan en busca de don Torcuato. Cuando conversaban en la playa, los escuchó el Moscardón; corrió a contárselo a su compiche el Tábano; éste se lo susurró al Yigüirro, que es compradre del Topo, el que tenía que hacer un mandado por estos barrios y viajó toda la noche con la nueva.
Cocorí escuchaba maravillado.
-Pero ten cuidado - le previno el Pájaro -, porque el Caimán tienen un genio terrible. Tal vez yo pueda interceder por ti.
El negrito miró al Pájaro que casi había muerto en las manos del mono y dudó mucho de que pudiera servir de algo ante el todopoderoso don Torcuato, el feroz Caimán.
-Pero, ¿Tú lo conoces?
-Pss, somos así - y torció los dedos de la pata -. Tal vez yo su único amigo. Ya los verás, soy su dentista.
Y se adelantó alegre, cuidado, eso sí, de mantenerse a prudente distancia del Tití. Pero éste, con la cola entre las piernas de pura vergüenza de lo ocurrido, no le jugó ninguna otra diablura.



20 comentarios:

  1. 😀😁😀😋😀😋😎😍😏

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  2. 😏😏😏😏😏😏😏😏😝

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  3. ??????????????????????????????(?(?(?(?(????????????????????

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  4. El cuento es el mejor de todos, lo malo es que en la edición cometieron muchos errores, faltas de ortografía y palabras mal escritas..

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  5. 👍👍👍🌐🌐🌐🌐🌐🌐🌐🌐🌐🌐🌍🌏🌎🌐🌍🌎🌏🌕🌑🌘🌗🌒🌕🌔🌖🌓🌕🌖🌓🌔🌒🌞🌗🌜🌚🌚🌙🌞⛄❄🌂❄🌀☔🌁🌁🌬🌬🌫🌫🌫🌪🌩🌩🌨🌨🌨🌧🌧🌦🌦🌥🌥🌤🌤🌤⛅⛅🌈☁☁☀🌾🌾🌽🌺🌼🌻

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  6. Filipino el que te metió el pepino

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. trece,mientras mas me la mamas,mas me crece xdxd

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