lunes, 10 de junio de 2013

Capítulo VI - Los Caimanes Tienen Malas Pulgas



LOS CAIMANES TIENEN MALAS PULGAS
La selva se abrió de pronto y apareció ante ellos el agua barrosa de la laguna del Caimán, orillada de mangles. Las raíces de los mangles se abrían como dedos que se hundían en el agua, formando múltiples canales bajo el follaje.
Pero son Torcuato no se divisaba. Debía estar tomando su baño matinal.
El Tití caminó por la orilla haciendo una inspección general. Trepó por un tronco caído, verdoso de musgo, y se equilibró por encima. Cuando llegó a la punta, contento de haber puesto términos a su expedición, se paró de manos.
El tronco se remeció. Y junto al ojo del Tití se descorrió una costra rugosa. En el fondo había un ojo inyectado en sangre que lo miraba echando fuego. ¡El tronco de árbol era el caimán!
El mono, con un chillido de terror, se suspendió de un mangle con la cola y se perdió entre las hojas.
Don Torcuato se desperezó, borracho de sol, arqueó el lomo y, furioso de que le hubieran interrumpido su siesta de sobremesa, dio un trascón al aire.
-¡Allí está, allí está! - gritó el Pájaro al divisar a su amigo.
Pero ni Cocorí, escondido entre unas yerbas, temblando, ni doña Modorra, convertida en un pedrón dentro de su caparacho, le prestaron atención alguna.
El Pájaro voló alrededor de la bocaza: - Pi, pi, pi. - Al verlo se dulcificó la expresión de don Torcuato, abrió la enorme tarasca y se quedó esperando. El Pájaro entró en la bocaza y comenzó a picotear entre los inmensos colmillos.
Ese día don Lagarto se había almorzado casi un ciento de ranas y agradeció infinitamente el papel de palillo de dientes que cumplía su amigo a la perfección.
-Don Torcuato, ¡qué magnífica dentadura! No tiene ni una caries. Se ve que está usted en plena juventud - comenzó a decirle el Pájaro, dispuesto a adularlo un poco.
-Quengo jolo quejientos años - contestó el Lagarto hablando con la boca abierta.
Cocorí, desde su escondite, sintió otra vez el fuego de la rebeldía. Que ese animalote maligno tuviera trescientos años y su Rosa sólo un día. ¿Por qué?
-Pues, a pesar de su juventud - prosiguió el avecita, toda zalamera -  la fama de su saber y buen criterio ha trascendido ya por toda la selva.
-Ga jera hora - comentó halagarla el Lagarto.
-Hoy mismo he tenido noticia de tres peregrinos que vienen de muy lejos para hacerle una consulta y que ya hablan maravillas de su ciencia.
Don Lagarto pensó para sus adentros lo bien que el vendría un poco de propaganda para convencer a algunos escépticos que no le reconocían sus méritos.
-¿Quiere que se los presente? - terminó el ave, mientras le escarbaba un colmillo.
Don Torcuato, digno y distante bajó los párpados en señal de asentimiento y se revistió de solemnidad.
A una señal del pajarito, Cocorí, todo medroso, apartó las ramas y, lentamente, se adelantó por la arenisca caliente hasta quedar a sólo poco metros del tres veces centenario don Torcuato. La Tortuga, más prudente, se conformó con estirar media pulgada de pescuezo para escuchar mejor.
El Lagarto miró interrogante:
-¿Este Negrito temerario será como de los peregrinos?
Cocorí tragó el nudo que tenía en la garganta y se decidió por fin a hablar:
-Ilustre don Torcuato - comenzó, recordando el tratamiento que le había recomendado doña Modorra.
-Ejem, ejem - dijo el Cocodrilo, muy de acuerdo con lo de ilustre.
-Quería dirigirme a usted porque sé que siendo tan viejo sabrá todas las respuestas.
El Pájaro, que conocía las pretensiones juveniles de don Torcuato, comenzó a aletear furiosamente para crear una alharaca que no lo dejara oír aquella imprudencia de Cocorí. "¡Por Dios, llamarlo, a pesar de que ya estaba harto de fibras de ranas.
El recuerdo de su banquete te devolvió el buen humor al Cocodrilo, que se relamió y olvidó el poco tacto de Cocorí. Desdichadamente, éste, que no se había dado cuenta de nada, prosiguió:
-Por eso vengo a hacerlo una pregunta: ¿Por qué mi Rosa vivió tan poco y otros en cambio se cansan de contar las lunas?
Los ojos del caimán parpadearon extrañados: ¿Cómo podía nadie interesante por una flor, algo tan insignificante? ¿Para qué servían las flores? ¡No se podían comer! Había que ser tan tonto como una mariposa para quererlas. El había esperado que le preguntaran algo respecto a sus gustos culinarios, a su última pelea  con el Toro salvaje, o algún recuerdo de su padre, don Torcuato el Viejo, tan venerable que tenía el recuerdo de cuando llegaron las carabelas de Colón. Pero ¿una flor? ¡Puah!
Cocorí, desconcertado ante el silencio del Caimán, explicó:
-Era tan hermosa, esparcía sólo bondad, y en un día se deshojó. ¡En cambio usted, ya ve todos los años que tienen!
¡Y dale! El Pájaro picoteó desesperado en un colmillo, armando un escándalo de pájaro carpintero, sintiendo que don Torcuato comenzaba a tragar saliva.
¿Cómo podía este gusanillo impertinente compararlo a él, don Torcuato, el Lagarto, con una flor? ¡Ni con nada! Era ya demasiado.
-Y usted sabe - proseguía el atolondrado Cocorí - que a usted no le tienen miedo nada más que por atropellador..., es decir - Quiso atenuar la impresión dándose cuenta de que había ido un poco lejos.
La tarasca terrible se cerró con un estruendo de dientes rechinantes. El ruido rodó como un trueno río abajo. El Pajarillo, pi, pi, pi, alcanzó a ponerse a salvo, dejando dos o tres plumas entre las y tremendas mandíbulas.
Cocorí comprendió por fin que era hora de escabullirse en dirección a los árboles que veía ahora tan distantes. Ya la Tortuga había emprendido una prudente retirada y comenzaba a alcanzar los primeros matorrales con la lengua afuera. Desde allí le gritó:
-escápate, Cocorí.
El Caimán se lanzó recto como una jabalina contra los talones del Negrito. El playón le aparecía interminable al pobre Cocorí.
El caimán gana terreno. Dos alacranes apuestan doble contra sencillo a que se lo come, y el Pájaro piensa:
"Pobre Cocorí, tiene la carrera perdida".
A doña Modorra el terror la paraliza.  Está hecha una gelatina de miedo dentro de su concha. Pero, dominándose, por el amor a su amigo, le grita:
-¡Cocorí, no corras en línea recta, porque te alcanza! ¡Corre haciendo círculos!.
El Negrito comprendió el consejo salvador y comienza a ejecutarlo. Torciendo siempre, va describiendo una espiral sobre la arena del playón.
Don Torcuato cede terreno, porque si en las rectas corre como un caballo al galope, en cambio, para darse vuelta le estorban su enorme armazón y sus vértebras torpes.
Cocorí gana terreno. La espiral se va ampliando y termina por perderse entre los grandes árboles. En ellos está a salvo. Cocorí ha vencido.
Se reúne con doña Modorra con el corazón latiendo desordenadamente.
- ¡Cocorí, de la que te has escapado!
- ¡Qué bárbaro! - tercia el mono.
- También, qué idea la de ir a hablarle de sus años  - pía el Pájaro.
- Qué susto me llevé - explica el negrito -. Hubo un momento en que sentía el vaho del lagarto quemándome los talones.
- Ir a decirle que era viejo chocho - insistió el Pájaro; pero aquí Cocorí, ya repuesto, le saltó al paso:
- Es que yo tengo que averiguar por qué mi Rosa vivió sólo un día y otros...
- Cocorí - le cortó ya un poco severa la Tortuga -. Yo no sé cómo no te he dado un tirón de orejas. Ya hemos pasado bastante apuros por tu preguntita y lo mejor será que nos devolvamos.
-¡No, por lo que más quiere, doña Modorra! Por lo menos, visitemos a Talamanca la Bocaracá.
Al Pájaro, al oír este nombre, se le puso carne de gallina.
-Es la más vieja de las serpientes - continuó el niño -, y nos podrá explicar por qué el mundo anda patas arriba.
-No te apures, hijo mío - dijo la Tortuga al ver que la desolación adelgazaba el rostro de su amigo - ¡Iremos a ver a Talamanca!
Al oírla Cocorí salta de contento y atrapa al Tití, que trataba de escabullirse como quien no quiere la cosa.
-¡Adelante! grita el Negrito.
Y con la seguridad de que ése sería su último esfuerzo, doña Modorra se pone en camino.


15 comentarios:

  1. Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja

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  2. Hola alguien que me diga los nombres de los personajes que salen esque tengo peresa de leer

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  3. Ami tambien me toca leer y escribir todos los perso ajes jajaja

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  4. Me encanta este cuento en mi escuela lo estamos leyendo y sin duda el mejor cuento del mundo ❤

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  5. El peor libro del mundo aburridisimo

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    1. Pues este libro,tiene más logros que tú en toda tu vida.

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    2. Diay pues ponga atención y vera como no es aburrido 🤦🏻 ya me imagino lo vago que eres

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