LOS CAIMANES TIENEN MALAS PULGAS
La selva se abrió de pronto y
apareció ante ellos el agua barrosa de la laguna del Caimán, orillada de
mangles. Las raíces de los mangles se abrían como dedos que se hundían en el
agua, formando múltiples canales bajo el follaje.
Pero son Torcuato no se divisaba.
Debía estar tomando su baño matinal.
El Tití caminó por la orilla
haciendo una inspección general. Trepó por un tronco caído, verdoso de musgo, y
se equilibró por encima. Cuando llegó a la punta, contento de haber puesto
términos a su expedición, se paró de manos.
El tronco se remeció. Y junto al
ojo del Tití se descorrió una costra rugosa. En el fondo había un ojo inyectado
en sangre que lo miraba echando fuego. ¡El tronco de árbol era el caimán!
El mono, con un chillido de
terror, se suspendió de un mangle con la cola y se perdió entre las hojas.
Don Torcuato se desperezó,
borracho de sol, arqueó el lomo y, furioso de que le hubieran interrumpido su
siesta de sobremesa, dio un trascón al aire.
-¡Allí está, allí está! - gritó
el Pájaro al divisar a su amigo.
Pero ni Cocorí, escondido entre
unas yerbas, temblando, ni doña Modorra, convertida en un pedrón dentro de su
caparacho, le prestaron atención alguna.
El Pájaro voló alrededor de la
bocaza: - Pi, pi, pi. - Al verlo se dulcificó la expresión de don Torcuato,
abrió la enorme tarasca y se quedó esperando. El Pájaro entró en la bocaza y
comenzó a picotear entre los inmensos colmillos.
Ese día don Lagarto se había
almorzado casi un ciento de ranas y agradeció infinitamente el papel de palillo
de dientes que cumplía su amigo a la perfección.
-Don Torcuato, ¡qué magnífica
dentadura! No tiene ni una caries. Se ve que está usted en plena juventud -
comenzó a decirle el Pájaro, dispuesto a adularlo un poco.
-Quengo jolo quejientos años -
contestó el Lagarto hablando con la boca abierta.
Cocorí, desde su escondite,
sintió otra vez el fuego de la rebeldía. Que ese animalote maligno tuviera
trescientos años y su Rosa sólo un día. ¿Por qué?
-Pues, a pesar de su juventud -
prosiguió el avecita, toda zalamera - la
fama de su saber y buen criterio ha trascendido ya por toda la selva.
-Ga jera hora - comentó halagarla
el Lagarto.
-Hoy mismo he tenido noticia de
tres peregrinos que vienen de muy lejos para hacerle una consulta y que ya
hablan maravillas de su ciencia.
Don Lagarto pensó para sus
adentros lo bien que el vendría un poco de propaganda para convencer a algunos
escépticos que no le reconocían sus méritos.
-¿Quiere que se los presente? -
terminó el ave, mientras le escarbaba un colmillo.
Don Torcuato, digno y distante
bajó los párpados en señal de asentimiento y se revistió de solemnidad.
A una señal del pajarito, Cocorí,
todo medroso, apartó las ramas y, lentamente, se adelantó por la arenisca
caliente hasta quedar a sólo poco metros del tres veces centenario don
Torcuato. La Tortuga, más prudente, se conformó con estirar media pulgada de
pescuezo para escuchar mejor.
El Lagarto miró interrogante:
-¿Este Negrito temerario será
como de los peregrinos?
Cocorí tragó el nudo que tenía en
la garganta y se decidió por fin a hablar:
-Ilustre don Torcuato - comenzó,
recordando el tratamiento que le había recomendado doña Modorra.
-Ejem, ejem - dijo el Cocodrilo,
muy de acuerdo con lo de ilustre.
-Quería dirigirme a usted porque
sé que siendo tan viejo sabrá todas las respuestas.
El Pájaro, que conocía las
pretensiones juveniles de don Torcuato, comenzó a aletear furiosamente para
crear una alharaca que no lo dejara oír aquella imprudencia de Cocorí.
"¡Por Dios, llamarlo, a pesar de que ya estaba harto de fibras de ranas.
El recuerdo de su banquete te
devolvió el buen humor al Cocodrilo, que se relamió y olvidó el poco tacto de
Cocorí. Desdichadamente, éste, que no se había dado cuenta de nada, prosiguió:
-Por eso vengo a hacerlo una
pregunta: ¿Por qué mi Rosa vivió tan poco y otros en cambio se cansan de contar
las lunas?
Los ojos del caimán parpadearon
extrañados: ¿Cómo podía nadie interesante por una flor, algo tan
insignificante? ¿Para qué servían las flores? ¡No se podían comer! Había que
ser tan tonto como una mariposa para quererlas. El había esperado que le
preguntaran algo respecto a sus gustos culinarios, a su última pelea con el Toro salvaje, o algún recuerdo de su
padre, don Torcuato el Viejo, tan venerable que tenía el recuerdo de cuando
llegaron las carabelas de Colón. Pero ¿una flor? ¡Puah!
Cocorí, desconcertado ante el
silencio del Caimán, explicó:
-Era tan hermosa, esparcía sólo
bondad, y en un día se deshojó. ¡En cambio usted, ya ve todos los años que tienen!
¡Y dale! El Pájaro picoteó
desesperado en un colmillo, armando un escándalo de pájaro carpintero,
sintiendo que don Torcuato comenzaba a tragar saliva.
¿Cómo podía este gusanillo
impertinente compararlo a él, don Torcuato, el Lagarto, con una flor? ¡Ni con
nada! Era ya demasiado.
-Y usted sabe - proseguía el
atolondrado Cocorí - que a usted no le tienen miedo nada más que por
atropellador..., es decir - Quiso atenuar la impresión dándose cuenta de que
había ido un poco lejos.
La tarasca terrible se cerró con
un estruendo de dientes rechinantes. El ruido rodó como un trueno río abajo. El
Pajarillo, pi, pi, pi, alcanzó a ponerse a salvo, dejando dos o tres plumas
entre las y tremendas mandíbulas.
Cocorí comprendió por fin que era
hora de escabullirse en dirección a los árboles que veía ahora tan distantes.
Ya la Tortuga había emprendido una prudente retirada y comenzaba a alcanzar los
primeros matorrales con la lengua afuera. Desde allí le gritó:
-escápate, Cocorí.
El Caimán se lanzó recto como una
jabalina contra los talones del Negrito. El playón le aparecía interminable al
pobre Cocorí.
El caimán gana terreno. Dos
alacranes apuestan doble contra sencillo a que se lo come, y el Pájaro piensa:
"Pobre Cocorí, tiene la
carrera perdida".
A doña Modorra el terror la
paraliza. Está hecha una gelatina de
miedo dentro de su concha. Pero, dominándose, por el amor a su amigo, le grita:
-¡Cocorí, no corras en línea
recta, porque te alcanza! ¡Corre haciendo círculos!.
El Negrito comprendió el consejo salvador
y comienza a ejecutarlo. Torciendo siempre, va describiendo una espiral sobre
la arena del playón.
Don Torcuato cede terreno, porque
si en las rectas corre como un caballo al galope, en cambio, para darse vuelta
le estorban su enorme armazón y sus vértebras torpes.
Cocorí gana terreno. La espiral
se va ampliando y termina por perderse entre los grandes árboles. En ellos está
a salvo. Cocorí ha vencido.
Se reúne con doña Modorra con el
corazón latiendo desordenadamente.
- ¡Cocorí, de la que te has escapado!
- ¡Qué bárbaro! - tercia el mono.
- También, qué idea la de ir a
hablarle de sus años - pía el Pájaro.
- Qué susto me llevé - explica el
negrito -. Hubo un momento en que sentía el vaho del lagarto quemándome los
talones.
- Ir a decirle que era viejo
chocho - insistió el Pájaro; pero aquí Cocorí, ya repuesto, le saltó al paso:
- Es que yo tengo que averiguar
por qué mi Rosa vivió sólo un día y otros...
- Cocorí - le cortó ya un poco
severa la Tortuga -. Yo no sé cómo no te he dado un tirón de orejas. Ya hemos
pasado bastante apuros por tu preguntita y lo mejor será que nos devolvamos.
-¡No, por lo que más quiere, doña
Modorra! Por lo menos, visitemos a Talamanca la Bocaracá.
Al Pájaro, al oír este nombre, se
le puso carne de gallina.
-Es la más vieja de las
serpientes - continuó el niño -, y nos podrá explicar por qué el mundo anda
patas arriba.
-No te apures, hijo mío - dijo la
Tortuga al ver que la desolación adelgazaba el rostro de su amigo - ¡Iremos a
ver a Talamanca!
Al oírla Cocorí salta de contento
y atrapa al Tití, que trataba de escabullirse como quien no quiere la cosa.
-¡Adelante! grita el Negrito.
Y con la seguridad de que ése
sería su último esfuerzo, doña Modorra se pone en camino.
Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja
ResponderEliminarcomo se puede reir este cuento es horrible
EliminarTu también lo eres,y nadie te dice nada.
EliminarHermoso hermoso libro
ResponderEliminar👍🏻
EliminarHola alguien que me diga los nombres de los personajes que salen esque tengo peresa de leer
ResponderEliminarAmi tambien me toca leer y escribir todos los perso ajes jajaja
ResponderEliminarhorrible
ResponderEliminarque feo
ResponderEliminarsi opino igual es horrible
EliminarIgual que tu cara.
EliminarMe encanta este cuento en mi escuela lo estamos leyendo y sin duda el mejor cuento del mundo ❤
ResponderEliminarEl peor libro del mundo aburridisimo
ResponderEliminarPues este libro,tiene más logros que tú en toda tu vida.
EliminarDiay pues ponga atención y vera como no es aburrido 🤦🏻 ya me imagino lo vago que eres
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