lunes, 10 de junio de 2013

Capítulo X - Sus Edades son Horas en un Día




SUS EDADES SON HORAS DE UN DIA
Con la misma apetencia con que los caballos vuelven a su pesebre, la Tortuga marchaba de regreso con un trocito anheloso que no podía disimular. El Tití, descaradamente contento, iba silbando con las manos agarradas a la espalda. Sólo Cocorí se veía muy alicaído . Siempre rezagado, po podía olvidar que su Rosa había muerto en un día y que, en cambo, esos seres que viven centenares de años arrastran una existencia sin sentido. Era una espina que no se podía arrancar.
Salieron de la tierra de la Serp9iente, orillaron de nuevo los dominios del Jaguar, demarcados por un olorcito a almizcle, inconfundible, y dando un largo rodeo evitaron cuidadosamente la Laguna de los Caimanes.
-Podía reconocernos don Torcuato - recordó prudente la Tortuga - , y es muy rencoroso.
Al día siguiente gustaron toda una mañana por culpa del Tití.
Alegre con la idea del regreso, venía adornándose con flores multicolores la cabeza y ya se había tejido una guirnalda que, colgada del cuello, le arrastraba al andar. Al ver una mariposa aterciopelada se lanzó a correr detrás de ella.
-Me la pondré sobre la cabeza como un lazo. - Además recordó que el gusanito de la mariposa era un exquisito mejor.
Salió a la carrera siguiendo el caprichoso vuelo del insecto, pero éste fue a desaparecer en un hueco, junto a un árbol. El Tití, empecinado en su cacería, metió la cabeza por la estrecha abertura. ¡Bueno castigo sufrió su testarudez!  Era {esa la madriguera de un zorro hediondo que apestó de mal olor al pobre monito.
Cuando el Tití regresó, llevaba una cara tan larga que doña Modorra le preguntó.
-¿Qué nueva calamidad te ha pasado?
Pero no necesitó la respuesta.
--¡Uf! - y con ambas manos se tapó la nariz.
El Tití los miraba con profunda desconsuelo. NI él  se podía resistir.

-¿Qué hajemoj, oña Bodorra? - preguntó Cocorí con la nariz apretada entre las manos.
La Tortuga indicó una poza y el monito se alejó para proceder a una concienzuda limpieza. Pero a su regreso todavía apestaba.
Doña Modorra buscó tricopilias y orquídeas y las exprimió sobre el monito, pero el perfume naufragaba en el mal olor.
Le dieron fricciones con orégano, perejil, albahaca y todas las yerbas olorosas que pudieron encontrar. ¡Llegaron al recurso final de fregado con floripondio y  por fin lograron dejarlo tolerablemente inodoro!.
A la tarde prosiguieron el camino. Fue quedando atrás la selva espesa y llegaron a las márgenes del río. Con la proximidad de sus hogares hasta el abatimiento de Cocorí se atenuó. Pero era triste volver derrotado.  Prosiguieron por la orilla del río y al llegar a la cascada divisaron a alguien. Al reconocer al Negro Cantor el desaliento de Cocorí estalló ej sollozos.
-¡Ah, Negro Cantor, qué desgraciado soy!.
-Pero, ¡qué te pasa, Cocorí? Tu mamá ha andado loca buscándote.
El llanto no le dejó contestar.
-Cuéntame - insistió el Negro con amable bondad.
-¡Te... acuerdas... de... mi flor? - sollozó por fin.
-¿La Rosa que te dio la niña rubia?
-Sííí´, la que no esperó mi regreso - y una nueva explosión de pena le cortó la palabra.
-Tranquilizate, Cocorí - lo animó el Cantor era linda y vido, y le hizo cariño en el pelo.
- Pero ¿por qué, Negro Cantor, si mi Rosa era linda y buena, por qué tuvo una vida tan corta?
-Te engañas, Cocorí - sonrió el Cantor con un relámpago de dientes blancos -, no fue una vid acorta.
-Si ya te lo dije, vivió un día. Y ahí tienes a don Torcuato y a Talamanca hinchados de tiempo.
El Cantor acomodó al Negrito sobre sus rodillas:
-¿No viste que tu Rosa tuvo una linda vida? - le preguntó -, ¿No vistes que cada minuto se daba entera hecha dulzura y perfume?
-Oh, sí, ¡cómo me llenó de felicidad!
-¿Qué es la vida de Talamanca la Bocaracá, que se arrastra perezosa asolando todo a su paso y durmiendo largas digestiones? ¿Y don Torcuato, bilioso por el poder de su vecina, que se desquita haciendo daños a su alrededor?
Cocorí se estremeció ante el recuerdo.
-¿Tú crees que eso es vivir, Cocorí? Dormitar al sol rumiando pensamientos negros y malvados. ¿No ves que tu Rosa tuvo en su vida luz, generosidad, amor, y estos otros nunca los han conocido?
El Negro Cantor prosiguió:
-Tu Rosa vivió en algunas horas más que los centenares de años de Talamanca y don Torcuato. Porque cada minuto útil vale más que un año inútil.
Cocorí sentía que una luz salvé yo a doña Modorra - recordó -. Por ella rescaté a Tití y por ella me atreví a vencer la selva - y comenzó a ensanchársele una sonrisa en el rostro.
-¿Así es que se puede vivir mucho en un ratito? - preguntó inocente.
-¡Claro que sí! - le respondió el Negro, contento de que le hubiera entendido - . ¡Verdad que fue una larga vida?.
Cocorí miró a su alrededor y vio al aire galopar alegre arrastrando mariposas. La savia subía por el tallo de las magnolias jugosas y se regaba por los prados. Cocorí era feliz.
Y los cuatro amigos, tomando de la mano, comenzaron a bailar y saltar locos de alegría.
-Y ahora a casita - le recomendó el Cantor -, que tu mamá debe estar muy intranquila.
El Tití se despidió y corrió a sus cocoteros a contar sus aventuras.  Cuando Cocorí, después de abrazar al Negro y a la Tortuga, pasó por allí, lo oyó, todo importante, exagerando su aventuras en la selva.
-...entonces le mordí la cola a Talamanca...
Los monillos, a su alrededor, saltando y alborotaban de excitación., Claro que el Tití se guardaba bien de decir que Talamanca estaba dormida.
La carcajada estrepitosa de Cocorí amoscó un tanto al mono, que en medio del círculo de oyentes tenía una actitud de arrojo y valentía.
Pero Cocorí no quiso descubrir a su amigo y continuó a la carrera. Pasó lo matorrales y salió a la playa. Vio que los huevos de doña Modorra ya se habían abierto con el calor de la arena y una docena de tortuguitas estaban aprendiendo a mojarse los pies en la espuma de las olas.
-Ya viene la mamá - les previno. alegre de darles la noticia.
Siguió corriendo por la playa y cuando divisó su choza comenzó a gritar:
-¡Mamá Drusila, aquí vengo, soy yo, Cocorí!
la Negra salió a la puerta limpiándose el rostro con el delantal. De un abrazo alzó a Cocorí hasta quedar su carita junto a la suya.
-¡Mi chiquitito!, ¿dónde estabas, hijo mío? ¿Qué te habías hecho? - Y los besos llovían sobre el rostro del Negrito.
-Ya te contaré, mamá. ¿Sabes? Mi flor tuvo una vida muy larga; me lo explicó el Cantor.
-¿Sí, cómo?
-Dice que tuvo una vida apretada, que en un día vivió más que el Caimán y que Talamanca, porque pasó su vida haciendo el bien.
-¡Ah! es cierto, Cocorí ; pero, además, yo te tengo una sorpresa. ¿Recuerdas la rama de la Rosa que quedó en el vaso? Pues ven a verla.
Y de la mano lo llevó al jardín.
Con los desvelos de la Negra, que la había regado día y noche, ansiosa d que cuando regresara Cocorí le sirviera de compañía para que nunca la volviera a abandonar, en el centro del jardín crecía un rosal.
Cocorí podría decir más tarde orgulloso:
-Yo tenía siete años cuando este rosal fue plantado.
Sus grandes rosas rojas se abrían bajo el candente sol del trópico. Y tenían también los estambres del más fino cristal, y esparcían alrededor un aroma sutil, como una nube rosada de encanto.



14 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Qué hajemoj, oña Bodorra? - preguntó Cocorí con la nariz apretada entre las manos.
      La Tortuga indicó una poza y el monito se alejó para proceder a una concienzuda limpieza. Pero a su regreso todavía apestaba.
      Doña Modorra buscó tricopilias y orquídeas y las exprimió sobre el monito, pero el perfume naufragaba en el mal olor.
      Le dieron fricciones con orégano, perejil, albahaca y todas las yerbas olorosas que pudieron encontrar. ¡Llegaron al recurso final de fregado con floripondio y por fin lograron dejarlo tolerablemente inodoro!.
      A la tarde prosiguieron el camino. Fue quedando atrás la selva espesa y llegaron a las márgenes del río. Con la proximidad de sus hogares hasta el abatimiento de Cocorí se atenuó. Pero era triste volver derrotado. Prosiguieron por la orilla del río y al llegar a la cascada divisaron a alguien. Al reconocer al Negro Cantor el desaliento de Cocorí estalló ej sollozos.
      -¡Ah, Negro Cantor, qué desgraciado soy!.
      -Pero, ¡qué te pasa, Cocorí? Tu mamá ha andado loca buscándote.
      El llanto no le dejó contestar.
      -Cuéntame - insistió el Negro con amable bondad.
      -¡Te... acuerdas... de... mi flor? - sollozó por fin.
      -¿La Rosa que te dio la niña rubia?
      -Sííí´, la que no esperó mi regreso - y una nueva explosión de pena le cortó la palabra.
      -Tranquilizate, Cocorí - lo animó el Cantor era linda y vido, y le hizo cariño en el pelo.
      - Pero ¿por qué, Negro Cantor, si mi Rosa era linda y buena, por qué tuvo una vida tan corta?
      -Te engañas, Cocorí - sonrió el Cantor con un relámpago de dientes blancos -, no fue una vid acorta.
      -Si ya te lo dije, vivió un día. Y ahí tienes a don Torcuato y a Talamanca hinchados de tiempo.
      El Cantor acomodó al Negrito sobre sus rodillas:
      -¿No viste que tu Rosa tuvo una linda vida? - le preguntó -, ¿No vistes que cada minuto se daba entera hecha dulzura y perfume?
      -Oh, sí, ¡cómo me llenó de felicidad!
      -¿Qué es la vida de Talamanca la Bocaracá, que se arrastra perezosa asolando todo a su paso y durmiendo largas digestiones? ¿Y don Torcuato, bilioso por el poder de su vecina, que se desquita haciendo daños a su alrededor?
      Cocorí se estremeció ante el recuerdo.
      -¿Tú crees que eso es vivir, Cocorí? Dormitar al sol rumiando pensamientos negros y malvados. ¿No ves que tu Rosa tuvo en su vida luz, generosidad, amor, y estos otros nunca los han conocido?
      El Negro Cantor prosiguió:
      -Tu Rosa vivió en algunas horas más que los centenares de años de Talamanca y don Torcuato. Porque cada minuto útil vale más que un año inútil.
      Cocorí sentía que una luz salvé yo a doña Modorra - recordó -. Por ella rescaté a Tití y por ella me atreví a vencer la selva - y comenzó a ensanchársele una sonrisa en el rostro.
      -¿Así es que se puede vivir mucho en un ratito? - preguntó inocente.
      -¡Claro que sí! - le respondió el Negro, contento de que le hubiera entendido - . ¡Verdad que fue una larga vida?.
      Cocorí miró a su alrededor y vio al aire galopar alegre arrastrando mariposas. La savia subía por el tallo de las magnolias jugosas y se regaba por los prados. Cocorí era feliz.
      Y los cuatro amigos, tomando de la mano, comenzaron a bailar y saltar locos de alegría.
      -Y ahora a casita - le recomendó el Cantor -, que tu mamá debe estar muy intranquila.
      El Tití se despidió y corrió a sus cocoteros a contar sus aventuras. Cuando Cocorí, después de abrazar al Negro y a la Tortuga, pasó por allí, lo oyó, todo importante, exagerando su aventuras en la selva.
      -...entonces le mordí la cola a Talamanca...
      Los monillos, a su alrededor, saltando y alborotaban de excitación., Claro que el Tití se guardaba bien de decir que Talamanca estaba dormida.
      La carcajada estrepitosa de Cocorí amoscó un tanto al mono, que en medio del círculo de oyentes tenía una actitud de arrojo y valentía.
      Pero Cocorí no quiso descubrir a su amigo y continuó a la carrera. Pasó lo matorrales y salió a la playa. Vio que los huevos de doña Modorra ya se habían abierto con el calor de la arena y una docena de tortuguitas estaban aprendiendo a mojarse los pies en la espuma de las olas.
      -Ya viene la mamá - les previno. alegre de darles la noticia

      Eliminar
  2. PORQUE TANTO GG XD YO TAMBIEN ME UNO ALA FIESTA DE GG XD

    ResponderEliminar